domingo, 2 de noviembre de 2008

Spiritual Liberation: A Rebellious Greatgrandmother Discovers Judaism

Spiritual Liberation: A Rebellious Greatgrandmother Discovers Judaism

Por: Silvina Chemen

Mi bisabuela Teresa nació en Damasco, Siria, en 1903. A la edad de 13 años vino a la Argentina y a los 16 se casó con Rafael, también inmigrante venido de Siria.

Mi bisabuelo Rafael era uno de los donantes más fuertes del Templo Sefaradí del barrio de Lanús. Recuerdo con qué orgullo comentaba que había conseguido el "Sefer" del primer "Kal Nidrei". Como todos las sinagogas, los varones se sentaban dentro del templo y las mujeres, separadas, de acuerdo a la arquitectura del lugar, quedaban o en el primer piso o peor aún, en el pasillo lateral. Yo recuerdo, siendo muy chiquita, ir a ver ami bisabuela incómodamente sentada en ese pasillo al que detestaba. Porque el papá de Teresa fue rabino y a diferencia de lo que hacían la mayoría de los padres sefaradíes, él no tuvo problemas en enseñarle Torá y Talmud (como ella decía Maasim) a su hija mujer, que amaba la tradición judía y sobre todo la conocía mejor que muchos de los varones que la rodeaban. En este marco es de comprender por qué mi bisabuela se sentía tan incómoda en aquel pasillo….

Cuenta la familia acerca de la revolución que se produjo cuando llegó el Rabino Marshall Meyer a la Argentina. Los judíos ortodoxos y los tradicionalistas lo llamaban con el mote insultante de "ese reformista". Cuando mi bisabuela Teresa se enteró de que había una sinagoga en donde se sentaban mujeres y varones juntos y que el Rabino enseñaba en castellano la parashá de la semana, ella, con más de 60 años, no tuvo ningún inconveniente en viajar una hora y media de colectivo para ir desde Lanús a Belgrano a rezar en la sinagoga nueva de ese Rabino tan joven.

Mi bisabuelo Rafael, y mis tíos abuelos varones (los hermanos de mi abuela Raquel), se pusieron absolutamente en contra de la decisión de Teresa. Era una vergüenza para ellos que se sepa que una mujer se sentaba al lado de los varones en un Templo en el que se tocaba el órgano y había micrófonos. Rafael la amenazó:- Si Ud. sigue con esas ideas, ¡olvídese de mí! Dicho y hecho. Teresa la pidió a Rafael que se vaya de su casa. Y sus hijos varones dejaron de hablarle…¡ se les había descarriado la madre! Con los años volvieron a estar juntos, uno rezaba en Lanús y la otra en Belgrano con Marshall, en Bet El.

Los años pasaron y hoy yo, Silvina, quienes les está contando esta historia, la bisnieta de Teresa, es Rabina de la comunidad Bet El. Teresa, desde algún lado, lo debe estar disfrutando.

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